Carlos Duguech
Analista internacional
Estados Unidos concretó la prueba de campo de sus bombas atómicas los días 6 y 9 de agosto de 1945, en Hiroshima y Nagasaki. ¿Por qué dos bombas en tres días si con la primera bastaba para dar cuenta al Imperio Japonés del poder de la nueva arma? Es que era una “prueba de campo” y por eso fue necesario lanzar una bomba de uranio, la de Nagasaki, porque la de Hiroshima era de plutonio. En rigor, dada la situación de desastre que venía sufriendo Japón con las incursiones de los aviones cuatrimotores B29 sobre sus ciudades (incluida Tokio), el propio general Dwight Eisenhower llegaría a expresar: “los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”.
Esas “pruebas de campo” se fueron complementando con los ensayos que se sucedieron, tanto por parte de EEUU como de la ex URSS, que en 1949 ya había logrado producir su primera bomba atómica. La carrera armamentista nuclear se da entre las dos superpotencias y en plena guerra fría. EEUU llevaba ventaja, con la experiencia en Japón, en esa carrera a la que se sumaron Francia, Gran Bretaña, China, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte.
Prohibición de ensayos
Fueron dos etapas. La primera se refería a la “prohibición parcial en la atmósfera, en el espacio exterior y bajo el agua”. Solamente se permitían las pruebas en el subsuelo (1963). La prohibición procuraba evitar la contaminación de la atmósfera por los residuos nucleares de las explosiones. La suscribieron 113 países.
El 10 de setiembre de 1996 se suscribe el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE). Pero dada la singularidad del asunto, dejado a la consideración y cumplimiento por parte de los países firmantes, se crea la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (OTPCE), el 19 de noviembre de 1997. La sede central y operativa está en Viena (Austria) y su misión es fundamentalmente de control, desarrollo y administración de instrumentos y técnicas de monitoreo preciso de las explosiones en cualquier lugar del planeta.
Existen 321 estaciones localizadas en toda la Tierra que captan señales de cualquier movimiento sísmico que indique una explosión. Ese sistema contribuyó para localizar la zona donde había implosionado el submarino ARA San Juan con sus 44 tripulantes. Gestor de esa búsqueda fue el Director General de la OIEA (Organización Internacional de Energia Atómica), Dr. Rafael Mariano Grossi, el diplomático argentino que fue reelecto para un segundo periodo en el organismo mundial.
Disuasión nuclear
En las relaciones internacionales es necesario actualizar un lenguaje universal referido a la guerra. Contando ya nueve países con armamento nuclear (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido, Israel, India, Francia, Corea del Norte y Pakistán) esto replica nueve veces el riesgo de una acción bélica con armas nucleares. Y he aquí que resulta necesario no ya un neologismo sino una palabra que signifique una advertencia. De un país a otro o de unos países a otros. O de una potencia nuclear a uno o varios países, nucleares o no.
Finalmente se logró que en el lenguaje “diplomático” se consagrara una expresión cuasi sarcástica, en tanto se modula con dos palabras donde una de ellas vale oro: “disuasión nuclear”. Disuadir, en el empleo normal de esa palabra, implica una acción dirigida a convencer a alguien para que desista de una idea o propósito. Para el caso de la disuasión nuclear es decirle al o a los destinatarios (gobiernos de otros países) que si utilizan armas nucleares sobrevendrá el infierno para ambas partes.
La justificación más “elegante” que pueden mostrar los poseedores de arsenales nucleares es, desde el punto de vista de la lógica, tan perversa como el destino de tamaños y costosos engendros bélicos. Si hubiera que formalizar una doctrina coherente, todos los países -y no sólo los nueve de ahora- deberían tener armas nucleares. Claro, suena como una diagramación del equilibrio mundial desconcertante y delirante. No es más delirante que haya nueve países dueños de bombas nucleares, las mantengan y las vayan perfeccionando, como así también a sus vectores que las pueden lanzar y con precisión salvando miles de kilómetros, hoyando fronteras y soberanías.
¿Qué es MAD?
No hay nada más sorprendente entre dos partes que se enfrentan, sean personas, animales o naciones, que tengan una alternativa a los clásicos resultados: ganar, perder o empatar. Y esta alternativa muy ceremoniosa y meticulosamente planeada se llama en ingles MAD y su expresión en español es “mutua destrucción asegurada”.
Esta doctrina militar también se denomina con una ecuación simple e irracional: 1+1=0. Significa que en determinadas situaciones del enfrentamiento diplomático entre dos naciones con sostenida rivalidad en el campo político u económico (con capacidad nuclear) se volteara hacia el campo militar con armas nucleares. La situación de ambas naciones sería la de su destrucción. Las dos a la vez. Esta “doctrina” parece haber servido de mucho durante la guerra fría, ya que tanto los EEUU como la entonces URSS se abstuvieron de apretar el “botón rojo”.
En sí misma la doctrina es de una perversidad antihumanitaria. Aquí en Tucumán, en Río de Janeiro, en Miami, en Moscú, en Viena, en París o en cualquier otro lugar del planeta el invierno nuclear sobrevendría inexorablemente. Lo anticiparon científicos y particularmente Carl Sagan (1934-1996), el astrofísico estadounidense, junto a otros especialistas en el libro “el frío y las tinieblas--El mundo después de una guerra nuclear”, publicado en 1984.
¿Dónde radica la perversidad? Justo en que dos líderes mundiales de naciones antagónicas que llegan a enfrentarse militarmente en potencia y que sólo las “salva” la doctrina de la mutua destrucción asegurada, puede ocurrir el disloque de una de las partes y que emprenda el ataque nuclear. Y la mutua destrucción asegurada se asegura para unos y otros. Para la Humanidad.
¿Qué lider de qué país tiene en sus manos el destino de quienes no vivimos en su país ni en el de su enemigo en guerra? No solamente lo de la MAD es un infierno sobre los dos paisas nucleares enfrentados que inician la pandemia nuclear.
En Argentina
¿Qué razones viene invocando nuestro país para no firmar el Tratado Internacional de Prohibición de las Armas Nucleares de 2017 y en vigor desde enero de 2021?
La paradoja: Rafael Mariano Grossi es el director general de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica) de la ONU, reelegido para un segundo período. Una entidad nacida al influjo del discurso “Átomos para la paz”, de Eisenhower ante la Asamblea General de la ONU el 8 de diciembre de 1953.